3 de abril de 2013

Sangre fresca: Bring Me the Horizon - Sempiternal

A pesar de que hace ya casi un mes que Sempiternal, lo nuevo de Bring Me the Horizon andaba por mis carpetas de música, como soy un tío legal he decidido esperar hasta la fecha oficial de lanzamiento del disco para hacer la reseña. No estoy a favor ni en contra de las filtraciones, pero me parece un poco una falta de respeto. Una cosa es, como yo mismo he reconocido en muchas ocasiones, tirar de torrent cuando Spotify o Grooveshark (que tampoco es que sea especialmente moral) no tienen lo que buscas, porque al fin y al cabo alguien ya ha comprado el disco y ha decidido compartirlo; y otra muy distinta es alardear de haberte aprovechado de que alguien haya "robado" el disco.
Vale sé que muchas veces se sospecha de que son las propias bandas las responsables de estas filtraciones, pero a mí dejadme en mi mundo de gente honrada. Hombre ya.

Los de Sheffield tenían mucho de lo que responsabilizarse con este cuarto álbum. Si Suicide season fue el pepinazo que los lanzó a la primera línea de fuego del metal de cafres y modernos y (coged aire) There is a hell believe me I've seen it, there is a heaven let's keep it a secret supuso su confirmación como una de las grandes referencias del death-metal-whatever-core, Sempiternal solo podía ser dos cosas: una obra maestra o un batacazo monumental.


Por suerte para ellos no ha sido lo segundo. Pero para nuestra desgracia, tampoco ha sido lo primero. Sempiternal tiene muchas cosas buenas, por supuesto, por ejemplo, el mayor protagonismo y elaboración de las guitarras de Lee Malia con cierto regusto a post-rock o el uso de samplers y teclados para colorear sonidos que, hasta ahora, caían en el autoplagio con una facilidad asombrosa.


El caso es que esta última mejora ha sido un arma de doble filo. Como ya he dicho, el trabajo de Jordan Fish no tiene reproche alguno y consigue levantar algunos temas que sonarían monótonos (Can you feel my heart o Sleepwalking) pero todo se vuelve un poco más gris cuando uno recuerda que su entrada responde a la necesidad de un sustituto tras la salida del australiano Jona Weinhofen. Quizás sea el pasotismo que Oliver Sykes, líder de la banda, achaca a Weinhofen durante toda la grabación del disco (motivo oficial del divorcio, aunque en mi opinión era un duelo de egos), pero estos Bring Me the Horizon suenan débiles. Casi como si hubieran tratado de suavizar su sonido.


¿Maniobra para diferenciarse de la infinidad de imitadores y compañeros de escena? Es posible. Pero a mí me gustaban más cuando arrasaban en cada canción. En este aspecto, es de agradecer que la sección rítmica, esto es Matt Kean y el inconmensurable Matt Nichols, sigan en sus trece y no dejen que esa atmósfera agridulce que parece cubrirlo todo se termine de aposentar, como se demuestra en las imparables The house of wolves, Anti-vist o Go to hell for heaven's sake (obsesión insana la de estos muchachos con el purgatorio).


De todas formas, no es una debacle. Sempiternal mantiene los parámetros habituales de la banda en temas como Shadow Moses (toma tributo a la saga de Hideo Kojima), Crooked young o Empire (let them sing). También aparece su ya clásico medio tiempo experimental y machacón de cada referencia y cuyo honor recae en este caso en And the snakes start to sing. Y por últmo, Hospital for souls, esa pequeña joya en la que las influencias post-rock llegan a sus cotas máximas.



Bring Me the Horizon tenían la oportunidad de subir un escalón y demostrar que lo suyo no era casualidad. Puede que el peldaño fuera demasiado alto y el resbalón les haya costado tener que hincar la rodilla. Pero los cambios de perspectiva siempre sientan bien y tampoco es tan importante ser el primero como no caer rodando por la pendiente.

Ahora solo tienen que defenderlo en directo y sacudirse esa etiqueta de grupo sobreproducido que inconscientemente le ponemos todos al escuchar el álbum. A juzgar por su concierto de ayer en Leeds, la cosa no pinta mal. Ahora, eso sí, Sykes podrá decir lo que quiera de Weinhofen y sus ganas de trabajar, pero en directo le hace falta como el comer la voz del antiguo guitarrista para suplirlo en los (numerosos) momentos en los que los pulmones no le dan para más.

Hasta la próxima, hamijos.

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