26 de noviembre de 2014

Sangre fresca: Machine Head - Bloodstone & diamonds | Y dura, y dura...

Bueno va, a ver si lo consigo. Tengo tres discos relativamente nuevos que me gustaría reseñar y me he prometido a mí mismo que aparecerán por aquí antes de que acabe el año. Sí, ya sé que esta no es la primera vez que digo algo parecido y luego... agua de borrajas. Pero esta vez sí. De verdad. Palabrita del niño Damian.

Tras la decepción parcial que me ha supuesto el .5: The Gray chapter de Slipknot, mi lado metalero (una de esas múltiples caras que componen el prisma de mi gusto musical) rogaba a todas las divinidades oscuras y maléficas que lo nuevo de Machine Head estuviera a la altura. A ver, que lo último de los de Corey Taylor no es que sea malo, ni mucho menos. Pero la cosa es que se han vuelto un poco extremos en su propuesta, o muy animales o muy melódicos, y se echan mucho de menos esas canciones con gancho que proliferaban en sus mejores trabajos (Iowa y el Vol. 3: The subliminal verses para un servidor). Que los hay, The devil in I es temazo, por ejemplo pero simplemente eso, que la cosa no termina de cuajar.

Después del momento Nolan (críticas dentro de críticas dentro de críticas...) me vuelvo al tema principal. Pues eso, que Machine Head no podían decepcionarme y, desde luego, no lo han hecho. Ni de lejos. El cambio de sello (recuerdo que dejaron Roadrunner para unirse a Nuclear Blast) les ha sentado más que bien (que tampoco es que les hiciera mucha falta pero, oye, se agradece). Y es que hay varios detalles que me han agradado especialmente dentro de este Bloodstone & diamonds.

24 de noviembre de 2014

Heptágono (OCTUBRE 2014)

Creo que hoy establezco un nuevo récord. Sí, aquí estoy, a punto de terminar el mes de noviembre presentando una recopilación de entradas destacadas del mes de octubre. Con dos cojones, sí señor. En fin, que no me extiendo más que ya llego muy tarde y tengo el Heptágono calentito, calentito.

- Siguen las cosas revueltas por estos lares con la dichosa luz verde a la nueva Ley de Propiedad Intelectual. Además del Canon AEDE, hay otros muchos detalles que nos afectan a los usuarios. Como la cosa puede ponerse un poco farragosa según la fuente, yo me quedo con este artículo de María González en Xataka que deja las cosas bastante claras (o al menos, todo lo claras que pueden quedar este tipo de textos, que los redactan de manera ambigua intencionadamente).

- No soy mucho de ir al cine si no es para disfrutar de algo impactante visualmente hablando (como Interstellar hace unos días) pero de vez en cuando hay alguna película que me pica la curiosidad y La isla mínima me produjo una sensación especial desde el primer tráiler. Fuera de una ligera decepción (culpa mía, que conste, que me esperaba un giro de guión que nunca llegó) salí muy contento y por eso, para enfatizar mi recomendación, os dejo con la certera reseña de Pablo Muñoz en Blog de Cine.

- Los cuatro lectores de este blog ya sabrán que la música en castellano (excepto el hip hop, y cada vez menos) no es santo de mi devoción. Siempre hay excepciones, claro está. Una de esas excepciones son los vallisoletanos Arizona Baby. Su folk rock de sabor clásico y personal me enamoró desde el primer segundo y en Secret fires la fórmula se refina y se madura lenta y luminosamente, como es fuego que ilustra la portada. Raúl Covisa hace un repaso tema a tema en Sombras de Gigantes para deleitarnos aún más.

- Otro que ha sacado nuevo material (aunque tampoco es que me sorprenda, dado el ritmo de producción habitual) es Devin Townsend. Su Z2 es un disco en dos partes (continuación de aquel maravilloso Ziltoid the Omniscient) con los títulos de Sky blue y Dark matters. Como soy bastante fan y pocas cosas hace este hombre que no me gusten, soy bastante imparcial, y por eso creo que la más realista crítica de Black Gallego en Hipersónica os resultará mucho más útil.

- Soy de la opinión de que los juegos de terror ya no son lo que eran. Armado con una automática y una ristra de granadas cualquiera se enfrenta a una horda de zombies. ¿Dónde quedaron aquellos pasillos oscuros o aquellos escenarios retorcidos y cubiertos de niebla? Sea como sea, hay maneras de hacerlo mucho peor, y por eso Gallego (el incoloro) nos habla en Vida Extra de algunos videojuegos de miedo que, de malos, solo provocaban ataques al corazón de pura risa.

- Vamos cerrando con una lista de esas que nos tocan la patata a todos los que hemos crecido enganchados a un mando de consola.  R. Márquez de Vida Extra repasa siete sagas de videojuegos que la industria ha dejado de lado (o ha maltratado sin miramientos) y que muchos echamos de menos. Maldita sea Naughty Dog, recuperad a Crash si le tenéis algo de respeto.

- Y terminamos con un poco más de nostalgia. A pesar del nefasto doblaje en castellano que le encasquetaron a Escuela de rock (con un Dani Martín que no es capaz de emular ni la millonésima parte del carisma de Jack Black) siempre le he tenido mucho cariño a esta película. El año pasado se cumplieron diez años del estreno de la película y aquellos jovencísimos muchachos que montaban una banda de rock junto a su "enrollado" profesor volvían a juntarse para celebrarlo. El Hematocrítico, genio y figura de las redes sociales, lo compartía con nosotros (un poco tarde, puede ser) este momentazo en su Vamos a Morir Todos.

18 de noviembre de 2014

Por amor a la música: Michael Amott | Pirocardiografías


Correremos un tupido velo con eso de que tengo la entrada escrita desde la semana pasada. Además que la he revisado y no he cambiado nada. Soy atemporal. O.O

Oye que corta se me está haciendo esta ronda de Por amor a la música. Será verdad eso de que el tiempo pasa más deprisa cuando se disfruta. Sin comerlo ni beberlo llegué a ser el chuleta de un barrio llamado Bel Air ha llegado mi turno de proponer clave.

Como ya sabréis (y si no lo sabéis os lo digo, que para eso estamos entre otras cosas) que la cosa va de músicos fuera de serie capaces de aportar su talento y su instrumento a dos proyectos de espectro musical opuesto. La verdad es que en un principio pensaba que me iba a resultar bastante chungo este tema, pero al final creo que puedo decir que ha sido de las rondas donde menos he tenido que estrujarme la cabeza. Y mucho menos (o más, no lo tengo muy claro) cuando los astros se alinean y los dioses del metal deciden concederme un premio. Bueno, o que mis compañeros de juego son más majos que las pesetas y han pensado "vamos a ponérselo fácil al Vinny". Por eso, elijo la guitarra para esta semana.

El primer nombre que se me vino a la cabeza cunado Forrest propuso este tema para la ronda no fue otro que el de nuestro pelirrojo favorito. No, Cliff Burton que estás en los cielos no. Ginger Baker tampoco. Ni el niño de Farmacia de Guardia. No, estoy hablando de... ¡Michael Amott! (lo siento con todo el dolor de mi corazón Pupi, pero no podía resistirme). Oh sí, oh sí, el hombre capaz de hacer convivir en la misma guitarra el death metal más brutal y el stoner rock más psicodélico ha llegado a la ciudad.

Nacido el verano del 69 en la nada cálida Suecia, Michael aprendió a tocar la guitarra siendo adolescente imitando a los guitarristas de punk hardcore y speed metal que poblaban su colección de discos. Tommy Iomi, Frank Marino, Michael Schenker, Uli John Roth y otro pelirrojo ilustre, Dave Mustaine, figuran como sus influencias reconocidas. Junto con su amigo Johan Liiva forma la banda de grindcore Carnage. El éxito en el circuito underground no pudo con los constantes cambios de formación y para cuando salió a la calle Dark recollections, su primer larga duración, la banda ya estaba disuelta.

Amott entra entonces a formar parte de Carcass, justo a tiempo para participar en los que se consideran los dos mejores trabajos de la agrupación capitaneada por Jeff Walker y Bill Steer: Necroticism - Descanting the insalubrious y Heartwork. Y es este último el que voy a comentar en primer lugar.

Llevaba mucho tiempo queriendo hincarle el diente a Carcass y una vez más el juego me da la excusa perfecta. Y la verdad es que no tengo nada en contra del grindcore, pero Heartwork es, según dicen los que entienden de esto, el disco que sentó las bases del death metal melódico (sí, los mismos tíos que en su momento hicieron lo propio con el grindcore). Y como supongo que alguien habrá intuido, es un estilo que me encanta.

Riffs caucásicos y muy pegadizo, guitarras estridentes, bajos vertiginosos, ritmos mutantes, doble pedal por doquier y voces infernales. No hay ni un sólo tema que no merezca la pena escuchar cuatrocientas veces. Empezando por la oscuridad épica Buried dreams y terminando con la adictiva Rot 'n' roll. Y entre tanto, los lacerantes guitarrazos de Carnal forge, el groove machacón de No love lost y This is your life, las frenéticas Heartwork, Doctrinal expletives y Arbeit macht fleisch, las más clásicas Embodiement y This mortal coil, Blind leading the blind y un Ken Owen poseído en la batería, las guitarras gemelas de Steer y Amott en Death certificate. Y para ponerle la guinda a este sangriento pastel, una portada del desaparecido y añorado H. R. Giger tan mínima y elegante como locuaz. El cénit de una banda que revolucionó la música extrema dos veces. Imprescindible.

Amott dejó a los británicos poco después de publicarse Heartwork y decidió dar rienda suelta a sus inquietudes musicales creando Spiritual Beggars, una banda que, como supongo que casi todos sabréis, es eterna deudora del sonido hard rock setentero y del rock psicodélico de los desiertos americanos.

El batería Ludwig Witt y el teclista Per Wiberg (tiempo después llegaría a Opeth) son los otros dos componentes que no han cambiado desde aquel debut homónimo. El bajo estuvo primero en manos de Christian "Spice" Sjöstrand, brevemente en las de Roger Nilsson y finalmente Sharlee D'Angelo (ambos en Arch Enemy con Amott también) y tres han sido también las gargantas de Spiritual Beggars: el propio Spice primero, Janne "JB" Christoffersson después y el actual vocalista, Apollo Papathanasio.

Imaginaréis que después de haber hablado de Carcass y dado que lo único que me queda por repasar de la carrera de Amott es su trabajo al frente de Arch Enemy, está bastante claro que mi segundo aporte será un disco de Spiritual Beggars. De Arch Enemy poco que decir que no se sepa ya: Amott se junta con su hermano Christopher y (de nuevo) con Liiva, crean el grupo, Liiva se va, aparece en escena Angela Gossow y se come con patatas al resto de la banda de cara a la galería (pero de buenas, que la mujer es bien maja y se quieren todos mucho), sacan discos como churros, Gossow decide retirarse para formar una familia pero sigue encargándose del management de la banda y fichan a la canadiense Alissa White-Glutz (The Agonist), que tiene el pelo azul pero está más buena que el pan y cuyas cuerdas vocales no tienen nada que envidiar a las de Gossow. Así a grandes rasgos yo creo que ya está, ¿no? La verdad es que nunca han sido santo de mi devoción (lo sé, no tiene mucho sentido gustándome como me gustan tanto In Flames y Soilwork, pero yo que sé) y la mayoría de los temas que me gustan tienen un denominador común que no es otro que los onanistas solos de guitarra de Amott.

Pues eso, que terminamos con Spiritual Beggars, y es que Amott ha aprovechado bien los pocos huecos de agenda que le dejaba Arch Enemy para seguir publicando stoner metal de alta calidad. Como no quería repetirme mucho y Pupi (una vez más, espero me perdones, jaja) ya hizo una reseña del magnífico Ad astra en aquella lejana ronda de países (¡ese fue mi primerito día!) pues yo me he decantado por On fire. ¿Por qué? Pues por nada en particular, básicamente porque me gustan casi todos sus discos (sin ser yo un entendido ni nada de eso) y había que elegir uno. Pues este mismo.

Christofferson acababa de coger el micrófono. Spice era más sucio y su voz tenía cierto encanto independiente, pero aquí el tocayo del whisky tiene una potencia pulmonar que quita el hipo. Ludwing Witt sabe adaptarse a cualquier situación sin despeinar su rizada cabellera, el bajo de Nilsson (esta sería su única grabación con Spiritual Beggars) aporta músculo a la fórmula y la guitarra de Amott son truenos y relámpagos en esta tormenta de arena. Pero para mí, el verdadero artífice de esa atmósfera lisérgica no es otro que Wiberg, que sabe disfrazar su teclado de hammond y hacer mil y un virguerías más.

Un arranque combativo como el de Street fighting saviours augura un trabajo en el que los respiros van a ser mínimos y no estamos nada desencaminados. La sofocante Young man, old soul da paso a una tremendísima Killing time, con un riff made in Amott reconocible hasta con los tímpanos rotos. Fool's gold suena a AOR vestido de cuero negro y los mismísimos Rainbow de Blackmore y Dio se apoderan de la banda en la sobresaliente Black feathers. Beneath de skin es más agresiva y tras el alucinógeno interludio Feje mermaid llega la caótica y explosiva Dance of the dragon king. Tall tales nos muestra el lado más canalla y hard rockero de Spiritual Beggars con otro tema que se graba a fuego en tu cabeza y son las más relajadas The lunatic fringe y Look back, las dos que cierran On fire, las encargadas de dar carta blanca a la experimentación y al virtuosismo, de manera lúgubre y casi épica en la primera y con cierto regusto a nostalgia en la segunda.


Dicen por ahí que los pelirrojos son el precio que debemos pagar los hombres si queremos pelirrojas. Ni puta idea de nada tiene la peña. NI PUTA IDEA.

15 de noviembre de 2014

Por amor a la música: Ken Hensley | Demonios, magos, góticos, cabalistas


Ojo la que he estado a punto de liar. Resulta que todo envalentonado me había preparado la entrada para dar comienzo a la nueva ronda cuando me doy cuenta de que, como en el fondo soy un sinvergüenza sin escrúpulos, me había saltado al pobre Bernardo. Por suerte mi poco amor por madrugar me ha salvado de un ridículo espantoso (bueno, tampoco es para tanto, pero no sé, me hubiera sentido mal).

Como si de una venganza kármica se tratase nuestro anfitrión de esta semana en Por amor a la música ha decidido que busquemos organistas de aúpa que hayan participado en dos proyectos antagónicos. Tras unos minutos de ojiplática expresión frente al ordenador pensando que vaya un pedazo de cabrón fiera está hecho el amigo Bernardo, me he leído su didáctico (como siempre) post sobre Peter Bardens y sus correrías con Camel, The Answer y Van Morrison, y luego me he vuelto medio loco tratando de encontrar alguien que encajara en los requisitos (pues además se nos ha instado a buscar gente que haya tocado principalmente el órgano para poder utilizar a los pianistas para otra ronda).

Money Mark parecía una buena opción, pero sus aportaciones son más ornamentales que como miembro habitual. Mike Finnigan tampoco era descabellado pero no terminaba de convencerme... Al final, he decidido tirarme por algo un poco más obvio pero más cogido por los pelos, simplemente porque ya es la segunda entrada de Por amor a la música que escribo esta semana y me siento un poco agotado. Así que sin más preámbulos, os anuncio que Ken Hensley es mi elección.

Su primer instrumento fue la guitarra, que empezó a toquetear con 12 años. Con 17 estuvo a punto de telonear a Ben E. King con The Jimmy Brown Sound, pero al final la cosa no salió. Dos años despuées, en 1965, forma The Gods junto a un jovencísimo Mick Taylor. Como Taylor se defendía, y muy bien además, con la guitarra, Hensley decidió aportar su voz y tocar el Hammond. Greg Lake y Paul Newton también pasarían por dicha banda. Dos largos y varios singles surgieron como resultado de su fichaje por Columbia.

En las navidades de 1969 Newton, que había dejado The Gods para unirse a Spice, le pidió a Hensley incorporarse a la banda pues necesitaban un teclista. En menos de un mes Spice ya eran Uriah Heep y Hensley había encontrado la incubadora perfecta para que sus pequeñas creaciones musicales y líricas crecieran sanas y libres.

Mi amor por Uriah Heep deriva de mi amor por el power metal y del amor que muchas de esas bandas profesan por los ingleses. Reconozco no obstante que lo que conozco de ellos no va muchos más allá de sus grandes éxitos y que por eso Demons and wizards, que contiene las archiconocidas The wizard y Easy livin' es mi elección para ilustrar la etapa de Hensley con la banda londinense.

De todas formas, y a pesar de que el desarrollo de The wizard (canción de la que ya hablé con motivo del día del orgullo friki) me sigue pareciendo absolutamente soberbio y que el Hammond de Hensley en Easy livin' es una auténtica locura, el resto de los temas no son moco de pavo en absoluto.

La potencia funk de Traveller in time, la más rockera y luminosa Poet's justice, la espiritual Circle of hands, con ese pedazo de guitarra de Mick Box, la densa Rainbow demon, con otro Box antológico y otra línea de Hammond para enmarcar, la vitalidad de All my life y para terminar, esa delicia acústica que es Paradise y que continúa con The spell y sus siete minutos y medio de épica setentera donde todos y cada uno de los miembros tienen algún que otro momento para demostrar sus habilidades. Las voz David Byron y la batería de Lee Klerslake se adaptan a la perfección a cualquiera de las piruetas compositivas maquinadas por Hensley y, en resumen, Demons and wizards es un perfecto ejemplo (probablemente el mejor) de la magia de Uriah Heep.


Las idas y venidas y nombres remarcables que en algún momento de la década de los setenta (y posteriormente) pasaron por Uriah Heep es casi interminable, así que me voy a centrar en lo importante. En 1980 Hensley dejaba la banda por roces con el resto de integrantes en relación al nuevo vocalista, John Sloman, cuya manera de cantar las canciones no terminaba de convencer a Hensley.

Shotgun, su nueva banda, no terminó de despegar y tras mudarse a Estados Unidos entra a formar parte de los rockeros sureños Blackfoot, en los que militó durante tres años. Después daría comienzo una etapa que dura hasta día de hoy en la que Hensley ha compaginado su carrera en solitario rodeado de diversos combos y colaboraciones puntuales con artistas de diversa índole entre los que destacan W.A.S.P, Cinderella, Ayreon, Therion y los búlgaros B.T.R.

Para mi segundo aporte me voy a quedar con el Gothic kabbalah de Therion, una de las bandas más interesantes dentro del panorama del metal sinfónico (que por norma general no soporto). A pesar de que comenzaron como una banda de death metal melódico el paso de los años les ha hecho avanzar lento pero seguro hacia un metal sinfónico oscuro, exótico y muy elaborado. Ken Hensley colaboró en este decimotercer trabajo de estudio de los suecos únicamente en un tema, Trul, en el que aporta un sólo de Hammond bastante discreto pero más que efectivo.


Si os apetece echarle una oreja al resto del trabajo, os diré que lo que os encontraréis en Gothic kabbalah es algo muy similar a lo que proponen Orphaned Land, pero sustityendo el folk de oriente medio por una teatralidad operística bastante resultona.

Como he dicho antes, ya tengo lista mi entrada de esta semana que viene, así que he pensado que, para que vayáis con un poco más de tranquilidad, la voy a publicar el martes en lugar del miércoles, y así os doy un día más para pensar.

6 de noviembre de 2014

Por amor a la música: Josh Freese | Grados de separación


¿Habéis oído hablar alguna vez de "la teoría de los grados de separación con Kevin Bacon"? ¿No? Bueno, breve aproximación: se trata de un postulado que establece una media de cinco grados de relación directa entre todos y cada uno de los habitantes del mundo. Vamos, que yo conozco a alguien, que conoce a alguien, que conoce a alguien, que conoce a alguien, que conoce a alguien, que conoce a Kevin Bacon. O algo así.

Hace unos meses un amigo me discutía la validez de esto, a lo que yo le contesté que a día de hoy es bastante más sencillo de lo que parece. Siempre hay gente tremendamente trabajadora y/o sociable. Como Santiago Segura, por ejemplo,a raíz del cual se ha acortado tremendamente los grados de separación entre la mitad de este país y algo tan lejano como podría parecernos una estrella de Hollywood.

¿Y a qué cojones viene todo esto? os estaréis preguntando. Pues viene a que estamos en una nueva ronda de Por amor a la música (recordamos, músicos talentosos que hayan militado en dos bandas de estilos lo más opuestos posibles) y a que esta semana le tocaba a Josi elegir instrumento y se ha quedado con los baterías, en concreto con Álex González (EL ANIMAL, ahhhhhrg) y dos proyecto más que antagonicos: los repetitivos Maná y los más que interesantes De La Tierra (con Andreas Kisser, casi nada). Y viene también a que yo me he decidido por el gigantesco Josh Freese para ejercer de protagonista en mi entrada y a que él es una de las razones por las que Chloe Bennet y servidor estamos bastante más cerca de lo que a ella le gustaría. Ah ¿que no os lo creéis? Esperad un poco, esperad un poco.

Cotizado músico de sesión y culo inquieto, Freese ha prestado o involucrado su talento en tantos y tantos proyectos que la cifra de trabajos que llevan su firma de alguna otra manera supera los cuatrocientos y otros tantos han sido los escenarios que lo han visto desplegar su profesionalidad en la batería. The Vandals, Devo, A Perfect Circle, Nine Inch Nails, Guns N' Roses, Paramore, Weezer, The Replacements, Suicidial Tendencies, Mike Ness, New Radicals, Chris Cornell, Rob Zombie, Puddle of Mudd, 3 Doors Down, Goo Goo Dolls, Dr. Dre, Green Day, Lenny Kravitz, The Offspring, Evanescence, Good Charlotte, Queens of the Stone Age, Static-X (precisamente en el Shadow zone del otro día), Lostprophets, Hollywood Undead... Avril Lavigne, Selena Gómez, Katy Perry y ¡Michael Bublé! son sólo algunos de los nombres más impactantes de la casi interminable lista.

Josh comenzó a tocar la batería con tan sólo 8 añitos y con 12 emprendió su primer trabajo profesional tocando grandes éxitos de la radio en una terraza de Tomorrowland (Diseneylandia), y es que su padre era el director de casting de todas las bandas que trabajaban en el parque temático. En el año 1988 dio por finalizada su etapa de aprendizaje y comenzó una carrera tan longeva como variada. Su primer paso fue grabar un EP en solitario en el que él mismo se encargó de todos los instrumentos y poco después, en 1989 entraba a formar parte de The Vandals, la banda de Joe Escalante. La llegada de Freese (y la del guitarrista Warren Fitzgerald) coincidió con el revivir del punk en norteamérica con el comienzo de la última década del siglo XX y Fear of a punk planet tenía todos los ingredientes para gustar a los neófitos.

Este disco de The Vandals es mi primera aportación en la que Josh Freese presenta su lado más cafre, gamberro y desinhibido, o lo que es lo mismo, su lado más joven. Un pipiolo de 17 años que ya no es simplemente que apuntara maneras, sino que era más que patente que las habilidades de este muchacho con las baquetas no eran cosa de la casualidad, sino de una mezcla entre una genética predispuesta y mucho trabajo duro.

Fear of a punk planet es una colección de punk en todas y cada una de sus variantes. Los albores del skate punk (y un poqutio de proto pop punk) se juntan con el punk rock más frenético y una buena dosis de hardcore e incluso algún que otro toque de hard rock y funk. Una más que pegadiza The rodge, las guitarras de Hey Holmes! (Deezil Zappa colabora a la guitarra), una cachondísima versión del Summer lovin' de Grease (con otra Zappa, Moon, haciendo de Olivia Newton-John), la agresiva Small wonder, el himno punk Anti o esa otra brutal versión de Kokomo (de los Beach Boys) son sólo algunos ejemplos de lo que nos puede ofrecer este disco. Buenos guitarrazos, letras divertidas y Josh Freese desatado.

Pero la verdadera razón por la que he elegido a Josh Freese es porque la otra banda (además de The Vandals, de los que desde que entró sólo ha faltado a una cita en el estudio) en la que más tiempo ha pasada y de la que es directamente responsable es ni más ni menos que... A Perfect Circle.

Me gusta Tool (¿a quién no?) pero reconozco que siempre se me ha hecho cuesta arriba ponerme a bucear en sus trabajos con el cuidado y la atención que necesitan. Por eso me quedo con su versión más ligera (Puscifer me resultan algo excesivos en su originalidad). Porque mientras que en Tool son cuatro mentes privilegiadas trabajando codo con codo, A Perfect Circle es más James Maynard Keenan apoyando en su colega Billy Howerdel y flanqueado por una formación de quitar el hipo.

En concreto en mi segundo aporte, Thirteenth step, además de Keenan, Howerdel y Freese, hace acto de presencia Jeordie White (Twiggy Ramírez para los "no amigos"). El motivo de haber escogido este trabajo frente a otros tiene un nombre y no es otro que The outsider, una canción que podría escuchar una y otra vez durante lustros sin cansarme. La verdad es que además de esa y de la delicada a la par que inquietante versión de The nurse who loved me (de Failure) no me atrevo a resaltar ninguna por encima de otra. Se trata de un trabajo emocional, compacto y casi exquisito. Melodías distorsionadas que acarician, metáforas recitadas con la plástica voz de Keenan y una sección rítmica tan elástica como contundente. Una maldita maravilla con la que no puedo ser parcial (bueno, en realidad con ninguno de sus discos) y que recomiendo encarecidamente a los que aún no conozcáis a uno de los iconos del rock moderno.

 

Ah, antes de irme. Creo que Forrest tiene razón y si tardamos mucho en publicar la cosa se dispersa demasiado. Lo que no significa que sea obligatorio hacerlo los jueves si no podemos claro, pero es cierto que mejor que hagamos una entrada algo menos exhausta y no perdamos el ritmo. En cuanto a los comentarios, que sepáis que yo comento siempre tarde porque tengo reservada la noche del domingo para ese menester.

¡Hasta la semana que viene!

2 de noviembre de 2014

Le temàzo XXXIII: Static-X - The only

Me enteraba esta tarde y casi de casualidad de que ayer moría a los 48 años y por causas aún desconocidas (se especula con la sobredosis, y no me sorprendería nada) Wayne Static, líder de Static-X. No soy aficionado a los panegíricos post-mortem y mucho menos cuando la admiración por un artista es más "políticamente correcta" que verdaderamente sentida. Por eso la semana pasada no me hice eco del adiós de Jack Bruce. Pero tras leer la noticia he sentido como algo se me rompía dentro. Y es que mi relación con Static-X, sin haber sido duradera y ni siquiera intensa, era especial.

Corría el año 2003 y Electronic Arts reinventaba su saga Need for Speed sumergiéndola de lleno en el, por aquel entonces, emergente mundo del tunning y las carreras callejeras, ayudado en parte por el éxito dos años antes de la película The fast and the furious (A todo gas en España, tócate los huevos) y ese mismo año su segunda parte. Recuerdo pasar tardes enteras poniéndole a los coches los vinilos más horteras, las llantas más grandes y los equipos de sonido más aparatosos. Y también aderezar aquellas hormonadas sesiones de óxido nitroso con una banda sonora tan ecléctica como irregular. The only había salido en Shadow zone sólo un mes antes de que se publicara el juego y se convirtió casi automáticamente en nuestra favorita y recuerdo haberme pegado escuchas en bucle de horas y horas.

Éramos jóvenes y The only era un pepinazo. Nu metal con toques industriales, una estrofa agresiva, un estribillo pegadizo, un puente demoledor... Era imposible resistirse. Intenté seguirles la pista después pero nunca nada de lo que hicieron consiguió engancharme tanto como esta canción. De hecho, siempre los he considerado una banda tirando a mediocre.

Pero eso no quita que hoy y desde este humilde blog, quiera rendir homenaje a un hombre que, como otros muchos, incitaron con su música a un imberbe servidor a indagar sin juzgar y a descubrir que saltar, gritar y darse de cabezazos como un loco contra el colchón de la cama mientras suena metal a toda castaña puede ser tanto o más divertido como cualquier otra cosa.